En la inestabilidad propia del ser humano habita la diversidad y el objeto de estudio de nuestros sentidos. La inseguridad que se produce al pertenecer a una serie de circunstancias vivas (sociedad), marca la pauta para la creación de las distintas mascaras que el hombre pone en función de su espacio superficial. La condena que nos impone la irrealidad y el subjetivismo emocional afecta directamente el vinculo del ser humano con los miembros de su especie.
La trama que nosotros como ser humano fabricamos para relacionarnos es percibida siempre con el mayor de subjetivismo, donde el empirismo emocional es contaminado por complejos y proyecciones negativas.
Los demonios del ego aparecen y el ser humano se convierte en su propio leviatán y marca el camino para su autodestrucción. La transformación de las cualidades humanas en características funcionalistas denigran a la humanidad a expresiones complementarias, no fundamentales, que difieren con los nuevos fines y objetivos de la sociedad. El carácter se transforma y parecer ser que junto con la voluntad y la resistencia son las columnas de una próxima e introductoria renovación.
La individualidad, que es el medio y la base de una conciencia, también deviene en el medio de generación antagónica a los ideales de desarrollo de las relaciones humanas en un entorno social vivo.
La integridad de nuestros ideales es bombardeada por distintos flancos por la superficialidad y la propagación de un sistema neoliberalista. El futuro de nuestra razón orgánica se encuentra en jaque.
